jueves, 9 de diciembre de 2010

La búsqueda de la felicidad

Una pareja alejada de los conflictos,
se destaca por la felicidad.

Si creemos que la raíz de nuestra insatisfacción radica en la actitud o el comportamiento de nuestro cónyuge, usaremos estrategias coercitivas (como las amenazas sutiles o claras) para que cambie. Ante esta situación hay dos opciones malas: o el sometimiento al otro o la devolución de la agresión y el inicio de una espiral de conflictos. Pero hay otra alternativa: asumir la parte de responsabilidad que uno tiene y buscar la complicidad y colaboración de la pareja en busca de un mayor nivel de satisfacción. De ambos.

Si a lo largo de nuestras vidas hay un factor constante, ése está relacionado con el cambio continuo: vamos creciendo y van cambiando nuestras necesidades, como también las de nuestra pareja y las de nuestros hijos; evoluciona asimismo nuestro entorno y sus exigencias; aparecen problemas y dificultades, y lo que ayer estaba bien, hoy es insuficiente. Por ello es necesario un esfuerzo constante de adaptación a una realidad cambiante. En el contexto de nuestra relación de pareja, el inicio de la convivencia no se debe confundir con la llegada a la meta, sino con la línea de salida de una carrera de obstáculos, donde la mejor habilidad es la comunicación y la mejor estrategia la cooperación.

La prioridad en una pareja,
es saber sobre llevar los problemas
Pero eso no es fácil. Con los años, hemos ido desarrollando un estilo peculiar pero eficaz en la solución de problemas: sabemos lo que queremos y qué hemos de hacer para conseguirlo. El error está en olvidarnos de que somos dos, que si no tenemos en cuenta las necesidades de la pareja y su forma de resolver problemas nos pasará lo que ya vaticinó Oscar Wilde: "con la mejor de las intenciones se causan los peores desastres".
Inmersos en el doloroso sentimiento de la insatisfacción, atendiendo a los numerosos errores que comete nuestra pareja, desde la conciencia de que somos las víctimas y que es el cónyuge el que debe cambiar, suele pasarse por alto una de las leyes fundamentales en las relaciones humanas: para recibir, primero hay que dar.
Si eso es lo que hacemos habitualmente con nuestros amigos, ¿por qué nos negamos a hacerlo con nuestra pareja cuando las cosas van mal? Cuando somos capaces de expresar nuestro afecto y hacer sentir al cónyuge que nos importa, estamos creando las mejores condiciones para que escuche nuestras quejas y nuestro dolor, y para que nos ayude a ser más dichosos.

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